Aún no entiendo al cien por cien porqué hicimos la 50K. Cuando vi el evento en Facebook sabía que iba a ser duro pero pensé que sería manejable. El año pasado en Escocia ya habíamos hecho 50km en un día y, aunque habíamos acabado en el más extremo de los dolores, fue una experiencia increíble y queríamos repetir. En Escocia los paisajes fueron en muchos momentos preciosos, y lo que echamos en falta en aquella ocasión era naturaleza. En Spa, por lo que pude otear desde la página del evento, habría mucha naturaleza.
Spa es famosa por dos cosas: sus viejas y eternas termas (por las que llamamos a un Spa, Spa) y el circuito de Spa que se encuentra más al este a unos cuantos kilómetros. Es una ciudad en decadencia y que se nota que fue famosa hace mucho. Está llena de Spas aunque tiene dos que sobresalen sobre el resto, uno cerca del casino y otro en la cima de la colina que abraza el norte de la ciudad y al que se accede por teleférico.
El plan era el siguiente: la carrera empieza a las 7 de la mañana, por lo que nos toca hacer noche. Vamos el día de antes, dormimos, andamos los 50 kilómetros y nos volvemos a Bruselas. Un plan sin fisuras.
Cuando llegamos, dejamos las cosas en el hotel, nos damos una vuelta y decidimos comer patatas y croquetas en Chez Vinc'e. Las patatas están bien pero la croqueta de queso es la mejor croqueta de Bélgica. Es impresionante. Nos llueve mientras terminamos así que nos vamos corriendo al hotel a descansar. Dormimos en La Ville des Fleurs y nos encontramos con un hotel familiar, cercano, con una cama grande y cómoda, un baño completo y una sensación de comodidad y confort que nos acompañan toda la estancia. La persona que nos atiende en la entrada nos ha mostrado donde desayunar el día siguiente y como ir al polideportivo donde empieza nuestra ruta. Una señora entrañable.
A las 5:30 nos levantamos. A rastras vamos a la panadería que nos recomendó la señora con todas nuestras cosas. El café es meh pero el pain au chocolat y los cruasanes son espectaculares. Digno desayuno. Recogemos los bártulos y andamos los 1,7km hasta el polideportivo. Al llegar cogemos el dorsal, dejamos las cosas y nos preparamos para salir. Primero salen los corredores y a continuación lo hacemos los senderistas.
Mi research sobre el tema ha sido limitado en este punto. No había visto bien el mapa, sé que hay bastante desnivel y sé que la forma del mapa es de ocho pero tampoco había prestado mucha atención. Es andar, no puede ser tan difícil. Incluso me he traído una cámara para hacer fotos.
La ruta estaba dividida en creo 6 secciones. Entre cada sección había una parada para recargar agua, comer algo y descansar durante unos minutos o mear. Los primeros dos tramos los llevamos con mucha energía y mucho ánimo pero a partir del kilómetro 20 la cosa se pone compleja. Entre el kilómetro 20 y 30 la cosa se pone difícil. Mi cámara se rompe y un señor de un grupo que no para de pasarnos y luego pararse para que les pasemos nos toca las narices invadiendo nuestro espacio vital y entablamos un beef con ellos. También ha estado lloviendo intermitentemente aunque en estos kilómetros ha perdonado bastante.
La parada del kilómetro 30 la hacemos mientras hablamos de White Lotus. Las rutas de senderismo me gustan porque es una mezcla de meditaciones, hablar o debatir sobre cualquier cosa y contemplación a la naturaleza que nos rodea. Es una excusa perfecta para reconciliarse con la naturaleza y es buenísimo para la salud mental de cualquiera. En esta parada ya empezamos a reconocer a unas 10 personas con las que compartimos ritmo. Al fin y al cabo, nadie va especialmente rápido andando y con las paradas todos acabamos encontrándonos. Algunas personas se les nota cansadas. Nosotros también.
Para entonces ya me he descargado el mapa y puedo ver que en el km 34-35 tenemos una subida bastante importante y preparo a Liv para ello. Cuando empezamos a subir, nos damos cuenta que el sonido de los bastones que llevan algunos nos molesta más que nada. El grupo con el que tenemos beef nos pasa y dejamos que más personas nos pasen. Buscamos urgentemente espacio entre los grupos para tener algo de paz mental. Empieza a llover. Mucho. La subida se complica con el barro para muchos y cuando caer un chaparrón significante y muchos se refugian nosotros seguimos porque mentalmente no podemos parar. El grupo con el que tenemos beef está parado de nuevo y les pasamos.
Cuando llegamos a la cima hay una parada en un refugio. En nuestra cabeza esta era la cuarta y última palabra. Consumimos mucha agua, comida, ositos de gominola y vamos al baño. Tenemos que aprovechar porque quedan 15km aun aunque ya hemos pasado lo peor. La lluvia amaina un poco y decidimos continuar después de la parada más larga con diferencia.
Este tramo es espectacular. Es un descenso de unos 3km bordeando un riachuelo mientras la lluvia cae y deja caer. Los colores beige, marrones, verdes y amarillos se entrelazan al borde del río. La humedad y la lluvia hacen que el descenso sea algo complejo pero quizás el cansancio también es un factor a tener en cuenta. Tenemos la suerte además de realizar el descenso totalmente a sola. Bajamos en silencio, como una procesión en honor a la naturaleza. Cuando llegamos al final hago una foto de la señal de la ruta para tenerla guardada. Volveremos.
Los siguientes kilómetros bordeamos un aeródromo cerca de Spa mientras nos damos cuenta de que el dolor y el cansancio han subido de intensidad muchísimo durante el descenso. Estamos doloridos. Las fuerzas escasean. Aun quedan 6km. Seguimos andando y dejamos la naturaleza para llegar al típico paisaje belga: caminos asfaltados a través de casas de campo.
Continuamos y acabamos en un camping de caravanas y bungalows en el que, por sorpresa, tenemos una última parada. Estamos tan cansados y el dolor se agudiza por momentos por lo que decidimos no parar más de dos minutos y continuar hasta el final. Dejamos el camping atrás y tenemos que subir una última colina. En ese momento las fuerzas vuelven y empezamos a pasar a gente. Tenemos unas última bala y la vamos a usar.
Cuando hemos pasado a unas 8 personas nos damos cuenta de que queda el último descenso hasta literalmente escasos cuatrocientos de metros de la meta. Este descenso es, de largo, el más complejo de toda la ruta. El desnivel es grande, el barro es abundante y las fuerzas vuelven a flaquear. Por momentos pienso que las rodillas me vencen y debo ir con mucho cuidado agarrándome a los árboles. Con cuidado, paso a paso, llegamos abajo y podemos volver a poner pies en polvorosa hasta el final.
El señor con el que tenemos beef nos pasa por última vez. Le dejamos pasar. Nosotros seguimos a lo nuestro. Mentalmente estamos cantando para ahuyentar el dolor. Bordeamos un lago, enfilamos los últimos metros y, de nuevo, encontramos al señor con el que tenemos beef parado, esperando a los suyos. Le pasamos por última vez. Enfilamos los últimos metros. Unas curvas, un último salto, cruzamos la meta.
Al final de la carrera hay una última parada con más sandwiches, bizcochos, agua, cocacola y demás. Primero vamos a cambiarnos y ponernos ropa seca. Luego comemos todo lo que podemos y, por último, nos hacemos una foto en la meta. Hemos estado casi doce horas andando casi sin parar y estamos agotados, con dolor, sucios pero muy satisfechos. Han sido cincuenta kilómetros muy sufridos pero muy bonitos. Hemos tenido momentos geniales y momentos extremos, pero hemos terminado.
Antes de dejar Spa, pasamos por la fritería a comer patatas fritas y las deliciosas croquetas de queso. Ahí, mientras a penas podemos hablar por el hambre, el cansancio y las ganas de volver a casa a pegarnos una ducha y sentirnos personas de nuevo nos damos cuenta de la hazaña y, porqué no, hacemos una tímida promesa de volver a Spa, tanto a andar como a descubrir algo más.