drapergiggs.com

make software great again

Lo del colchón al que prendimos fuego cuando tenía 10 años

Carlos Draper Giggs
21 de abril de 2025
Tags:

Lo del colchón al que prendimos fuego cuando tenía 10 años

Crecer en un pueblo en la España profunda no fue sencillo. Durante varios años antes de cumplir los 12 años desparecía de mi casa de 5 de la tarde a 9 de la noche todos los días. Mis padres solo me preguntaban con quién iba a estar y poco más. Me hacía la merienda y desaparecía. Mis padres no sabían dónde me iba y no tenían ni idea de lo que hacía y entre muchas cosas a mis amigos y a mí nos daba muchas veces por entrar en un hotel abandonado que había cerca del rio.
Éramos normalmente unos 4 o 5 chiquillos armados con pistolas de bolas que conseguíamos disparando con escopetas de aire comprimido en la feria que se montaba durante las fiestas patronales. Así, a veces con pasamontañas y a veces sin nada, entrábamos por una grieta del primer piso y pasábamos por la piscina, los pasillos, las habitaciones que aún quedaban abiertas y, en general, nos inventábamos vivir un mundo que solo habíamos visto en videojuegos y películas de acción.
Íbamos por pasillos casi a oscuras pretendiendo que buscábamos a alguien, pegados a las paredes, sin hablar, haciéndonos señas y abriendo puertas a patadas. Cuando no encontrábamos más que habitaciones abandonadas sin nada de valor y polvo por todas partes nos dábamos la vuelta derrotados e íbamos a la piscina a fumar o simplemente hablar de nuestras cosas.
La piscina era grande, muchas veces con algo de agua por la lluvia, y allí sentados hablábamos y nos contábamos historias o futuros perfectos. Muchas veces nos quejábamos de profesores o llamábamos puta alguna chica que nos gustaba y no nos hacía caso. Nadie se aventuraría entonces a pensar que dos de nosotros tendrían hermanos suicidas años después o que alguno acabaría siendo adicto a la farlopa o las dos cosas. Éramos niños, solo sabíamos de videojuegos, deportes y pajas.
Una de esas veces, cuando estábamos a punto de salir de allí por la parte delantera, nos encontramos con unos chicos mayores que nosotros y tuvimos que negociar para que no nos pegaran. La situación era muy tensa. Aparentemente nos habían visto entrar, fumar y conocían a alguno de nuestros padres. No entendí muy bien que querían de nosotros aunque probablemente fuera simplemente pegarnos y robarnos las pistolas de bolas y lo que fuera que tuviésemos. Al final alguien debió vernos a todos dentro del hotel abandonado y llamó a la Guardia Civil. Estábamos en la primera planta y a lo lejos vimos el coche patrulla con la sirena puesta acercándose, así que sin pensarlo mis amigos y yo salimos corriendo en dirección al hotel. Cruzamos la piscina, las habitaciones de un ala, y saltamos por la parte trasera desde una distancia de unos 3 metros. Seguimos corriendo bordeando el rio hasta que dejamos de oír la sirena.
No se porque huimos. Solo recuerdo como pasó pero no recuerdo el porqué.
Aquel hotel vio muchas cosas y no sería la última vez que viera un coche patrulla por nuestra culpa. Podría contar todas las veces en las que simplemente nos vio jugar en los campos de fútbol de tierra pero no sería interesante. También cuando bajábamos al cauce para llegar a la parte donde unas cañas nos escondían de todo y podíamos fumar y beber vino con casera que un amigo le robaba a su padre. Aunque una de las más importantes fue la vez aquella que prendimos fuego a un colchón.
Unos años antes de que nosotros llegáramos, el ayuntamiento construyó ilegalmente dos campos de fútbol de tierra. Me imagino que buscando revitalizar una zona en decadencia y expulsar a los engendros como nosotros que lo usábamos como si la ley no se aplicara a 50 metros alrededor del cauce del rio. El caso es que había hasta unas gradas con un espacio interior para guardar equipamiento deportivo, pelotas y cosas así. Por supuesto, un día que ya estábamos aburridos de jugar, se nos ocurrió abrir a la fuerza aquel almacén de debajo de las gradas.
Dentro no había equipamiento, ni pelotas ni nada. Solo había un colchón hecho polvo. Estuvimos un buen rato desahogándonos con el colchón pegándole patadas, tirándole mierda y demás. No sé muy bien qué o con qué o quien exactamente pero alguien empezó a quemarlo. Al principio solo un poco para dejar marca pero, en un momento dado, el colchón prendió fuego. Unas risas, un empujón a alguien que estaba cerca, saltar por encima de la pequeña hoguera que acabábamos de encender… en fin, cosas de niños.
Mientras reíamos, nos dimos cuenta que el colchón estaba ardiendo bien, luego demasiado bien, pasando por mucho y por muchísimo para terminar siendo, finalmente, incontrolable.
Recuerdo no poder apagarlo. Sentir que aquello era una movida de verdad y que no íbamos a poder apagarlo. Yo siempre he sido un cagueta y lo que más miedo me daba y siempre me dio mientras vivió fue decepcionar a mi padre. Por ello cuando vi a mis amigos intentando apagar el fuego sin éxito salí corriendo de allí.
Cuando cruzaba la carretera camino de mi casa miré hacia atrás y vi la enorme mancha de humo que se estaba formando y también escuché a los bomberos a lo lejos. No quise saber nada más. No recuerdo si lo hablamos después o si lo dejamos estar.
Meses después la puerta estaba tapiada y quitaron las porterías para que no jugáramos a fútbol nunca más. Seguimos yendo al hotel hasta que tengo memoria aunque no recuerdo la última vez que entré al igual que no recuerdo la última vez que estuve con todos mis amigos juntos.
Es extraño como el tiempo, con las nuevas vivencias que te presenta la vida, emborrona todo y hace que recuerdos que estaban presentes y cercanos se conviertan en caricaturas más propias de películas y series que de una vida propia vivida. Esa forma de ser un extraño en tus propios recuerdos, como si estuvieras viendo pasar la vida de otra persona. Siempre te dicen que un día jugaste con tus amigos por última vez y no eras consciente de ello. Por eso quizás tenga tanto miedo de morir sin darme cuenta de que me estoy muriendo, porque no he sido consciente de muchas últimas veces y creo que no he sabido valorar su significado lo que representan en mi vida. Al menos aún recuerdo la última vez que prendí fuego a un colchón.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *