Hace una semana que volví de Creta. Aun no he podido hacer una reflexión seria del viaje conmigo mismo. No me ha dado tiempo. Ni siquiera he podido analizar todo lo que pasó y todo lo que hice. Estuvo bien, pero tampoco genial. Me alegra haberlo hecho, pero no lo volvería a hacer. Aun no se muy bien todo lo que está pasando a mi alrededor después de las vacaciones. Volví y rápidamente había perdido todo el buen rollo mediterráneo que tenía encima.
Me quedé sin buen rollo, sin tranquilidad y con la ansiedad aun peor. Creo que tengo la peor época de crisis de ansiedad desde 2018. Literalmente me dan escalofríos de la ansiedad y me han recetado Xanax, pero pensaba que para entonces, con las vacaciones terminadas, estaría recuperado y mas chill. Pero no es así. Tampoco llegué a descansar y la verdad que aquí un poco de lo mismo. Ahora mismo he empezado a prepararme una carrera que tengo a finales de octubre (si, de correr) y también quiero empezar Crossfit otra vez. He empezado las clases de neerlandés de nuevo y también tenis. He dejado de pagar trasporte publico e iré en bici a todos los sitios aunque, eso si, he pedido el extra eléctrico por si acaso: cada vez que tengo que subir una cuesta y me pongo a sudar a pesar de estar a 9 grados me acuerdo de lo mucho que estaría sudando en Valencia de la misma manera, no porque haya cuestas también, sino porque siguen a 30 grados centígrados.
Por otro lado, el trabajo no me da un respiro y estoy cerca de matar a alguien. Me intento consolar pensando que ahora tengo por fin tres meses sin un viaje, sin planes y sin nada que me haga salir del país. Literalmente, desde Octubre del año pasado que no dejo de viajar. Noviembre París, diciembre España. En enero España de nuevo para fiestas de Moros y Cristianos de las que volví en febrero. Después en marzo volví para fallas y en abril fui a una boda a Valencia. En mayo fuimos a París, en junio me fui a Londres, en Julio volví a España, en Agosto fui a España y a Escocia, y en Septiembre he ido a Grecia. Un año sin parar. Un año sin estar más de 4 o 5 semanas en Bruselas. Solo espero poder descansar, quedar con gente aquí en Creta, no salir del país hasta navidad y poder comer el desayuno mensual que me he perdido tantas veces. Ojalá.
Llega un poco tarde esta entrada. Solo quería compartir esta foto de un buitre que encontré el otro día en la meseta de Katharo. Llagar allí es complicado pero divertido. Se tarda un rato, hay muchas cabras por el camino pero las fotos son espectaculares. Desde allí arriba se puede ver el mar y hasta hay alguna taberna para comer y beber. Fue un buen día.
Cuando llegué a Dafnes no las tenía nada conmigo. El pequeño pueblo de no más de 1500 habitantes está en una colina entre valles de montañas repletos de olivos, almendros y viñedos. El paisaje era precioso cuando conseguí llegar al pueblo y aparcar. Google me había metido por una cuesta empinadísima para entrar al pueblo por la parte de detrás y al pasar por la bodega a la que se suponía que tenia que ir parecía más el garaje de mi tía en fiestas de Moros y Cristianos que una empresa dedicada a la venta de vino.
Hace un par de días mandé un email preguntando por una clase de cocina griega que había encontrado en internet, pero yo estoy viajando solo y la reserva es para mínimo 2 personas, por lo que pregunté si me podían hacer un hueco en algún otro lugar. Me ofrecieron una clase de maridaje con más personas y dije que si.
Aparqué lejos, y cuando miré el mapa no me cuadraba nada. Para empezar, todas las bodegas del pueblo eran iguales: "Dafnes winery", "Dafnes Doloufakis Winery", "Dafnes wines by DAF winery"... no entendía nada. Paseando por el pueblo de camino hacia el sospechoso garaje, al que ya llegaba tarde, vi un cartel que apuntaba a "Doloufakis Winery" o algo así, así que me metí a preguntar. Me mandaron a la recepción y había un grupo de unos 12 turistas (probablemente parejas todo) esperando. Me preguntaron por mi nombre y mi reserva.
-¿Cual es tu nombre? - mirando el iPad con desdén. -Carlos, mandé un email el otro día y me ofrecisteis una clase de maridaje. -¿Clase de maridaje? Aquí no hacemos clases de maridaje, ¿A que email has enviado esto? - deja el iPad y duda. -Pues a "blabla@gmail.com". -No no, eso no es aquí, mira en Google eso es un garaje más allá, lo siento. -Ah, oh, gracias, muchas gracias - otro día más siendo un payaso a tiempo parcial.
Ya con la indicación de que soy idiota, me puse de camino y llamé para avisar de que llegaba cinco minutos tarde. La chica, amable como nadie, me dijo que me esperaban que no había problema "no te preocupes Carlo, te esperamos".
Llegué a la puerta del garaje, ésta, ya abierta, daba paso a una especia de patio trasero. En el edificio otra puerta trasera industrial abierta mostraba un montón de cajas de botellas y torvas enormes en las que imagino guardaban el vino. En el patio había 4 mesas debajo de dos sombrillas gigantes que junto a un limonero, una higuera y un naranjo proyectaban una sombra que hacía el calor soportable y hasta agradable. La verja que limitaba el patio estaba decorada con decenas de botellas de vino vacías y un desmirriado gato blanco y negro maullaba en una esquina entiendo que esperando poder llevarse algo a la boca.
Cuando llegué, una pareja sentada en una mesa debajo de una de las sombrillas con sendas copas de vino esperaba y otra chica les ponía agua (entendí que era Federiki, la dueña). Me preguntaron mi nombre, me preguntaron si quería sentarme en otra mesa, pero como buen mediterráneo dije que si no molestaba nos podíamos sentar todos en una mesa juntos, y me dijeron que si. La otra pareja (perdonadme pero no me acuerdo de sus nombres) eran un italiano y una italiana de unos cuarenta y poco años que vivían en Suiza y se dedicaban a viajar buscando el sol (un poco como cualquier persona que viva en las tierras hambrientas de Helios del centro y norte de europa). Antes de comenzar, Federiki dejaba en la mesa una tabla con queso, rosquilletas, olivas, aceite de oliva, uva y almendras y nos explicaba la historia de la bodega.
Ella había heredado la bodega de su abuelo, productor de vino del pueblo durante muchos años. Su padre se dedicaba al cultivo y producción de aceite de oliva (que teníamos en la mesa) y su hermano se dedicaba al cultivo y producción de aceitunas encurtidas (que también estábamos a punto de degustar), además en el pueblo se producía queso y almendra (que, lo habéis adivinado, teníamos en la mesa). Nos explicó también la historia del vino en Creta, las variedades, lo que se producía alrededor de Dafnes y en su opinión cuales eran los puntos interesantes de la isla.
Mientras iba a por una botella de vino, nos presentamos e hicimos introducciones. Un par de minutos después, Federiki nos servía la primera copa de vino, y tras brindar y exclamar "Yamas!" empezamos a beber y actuar como si supiésemos de vino, a pesar de que minutos antes, cuando Federiki no miraba, nos habíamos sincerado y admitido que ninguno teníamos ni idea de vino a pesar de ser mediterráneos todos.
Podría hablar de cada vino y. cada variedad de uva. Pero esto no es una crítica gastronómica. Los vinos estaban bien. Los blancos eran muy duros, alta graduación y bastante pesados, pero se notaba que eran su expertise. Había alguno cuyo aroma era dulce como un zumo de frutas pero luego era seco y duro en el paladar. Mi favorito es un blanco ya casi al final del cual nos advirtió que solo producen 600 botellas al año. De largo, el mejor. Un blanco madurado en barrica 12 meses y otros 12 meses en botella que tenía una gama de aromas y un sabor alucinante. Terminamos con los vinos rosados y con los vinos tintos.
Mientras todo esto ocurría, la pareja y yo hablábamos de viajes, lo duro que es vivir en el centro de europa, experiencias en Creta y en otras partes de Europa, y hasta les hablé de mi amiga Ludo y lo mal italiana que es haciendo su "Pasta alla Ludo" (que no es más que atún de bote con pasta). En un momento dado, Federiki nos pregunto que si, al ser todos culturalmente cercanos, podía tratarnos como sus amigos. Hablamos de la isla, de qué hacíamos allí, de qué tal viajar solo y, en definitiva, Creta, vinos, playas y la vida en general.
Cuando terminamos de degustar todos los vinos, y siendo ya cerca de las dos de la tarde, Federiki nos acompañó a otear, desde la lejanía, los viñedos de los que salía el vino. Nos comentó que el calor es asfixiante en verano, que la lluvia escasea y que cada ciertos años nieva. Nos contó que Dafnes es un pueblo tranquilo, todo el mundo se conoce y no conocen lo que es el robo o la delincuencia. Nos contó que tratan con respeto a los extraños y que si alguna vez tenemos un problema, allí nos ayudarían.
Momentos después volvimos a la bodega y al llegar descubrimos cubiertos, platos y una botella de agua. "¿Pero esto no se había acabado?" pienso para mis adentros. "Vale, coger sitio, estamos terminando de preparar la comida". En teoría en la web ponía explícitamente que el maridaje y los vinos no constituían una comida, pero cuando empezamos a ver platos salir, entendimos que era todo una mentira. Ensalada cretense, dolmadakias (unos 50 sin exagerar), dakos, tostadas de pepino y tortilla y musaka. Además, una copa de vino del que más nos haya gustado. Me quedo sin palabras.
Probé la ensalada con miedo (viviendo en Bruselas, no espero mucho de las verduras), pero descubro que los pepinos son alpicoces, que los tomates saben a tomate y que la cebolla está dulce y jugosa. Todo excede los apelativos de delicioso o increíble. Los dakos, con el tomate, deliciosos siendo algo increíblemente sencillo. Los dolmadakias, primera vez que los pruebo y me enamoran. Del tamaño de un bocado, me como entre 15 y 20 y pido perdón porque quedan algunos en el plato. La musaka me hace recordar tiempos mejores en los que vivía en un país con acceso a verduras que sabían a verduras y en el que no hacía falta echar una salsa o 15 especias para hacer sabroso un plato.
Al terminar de de comernos casi todo (lo de los 50 domaldakias no es broma) Federiki nos saca licor, rakomelo, que me recuerda inmediatamente a una mezcla entre mistela o moscatel y aguardiente de orujo. Es muy dulce pero muy duro también. Después de un par de comentarios sobre el calor y sobre buscar una playa para dormir la siesta, nos levantamos y pedimos la cuenta. La pareja de italianos se despiden de mi mientras Federiki nos presenta a su hija y nos habla de su familia. Me quedo con ganas de saber más sobre todos, pero los encuentros casuales son especiales porque son efímeros, y así como nos hemos conocido de manera fugaz hemos de dejarnos ir sin saber el impacto que tendremos entre nosotros.
Pagué y me fui hacia el coche. Sorprendentemente, mientras caminaba por el pueblo hasta el aparcamiento me di cuenta de que los vinos y los licores no habían tenido ningún efecto y estaba fresco, aunque por otra parte también pensé en la enorme comida que nos habíamos pegado y en que la cata había terminado casi 2h antes. Cogí el coche y puse dirección a Mátala. En la guía que estoy siguiendo para este viaje, comentan el pasado de colonia hippie del lugar, por lo que quería ir a ver como está y, si es posible, bañarme desnudo.
Llegé a los 40 minutos por una carretera repleta de dobles adelantamientos, coches en paralelo y, en general, un desprecio por la vida humana excepcional. Aparqué lejos, a unos 10 minutos andando de la linea de playa, y desde ese punto ya observé que era una zona mucho menos transitada que el resto de la isla. Mientras descendía, pasé por múltiples parcelas con vallas de no más de un metro y una caravana o trailer convertido en vivienda. Claramente, era un zona hippie.
Cuando llegué a la playa el sol estaba ya descendiendo. Al llegar me crucé con una pareja desnuda y en videollamada con Liv le expresé mi emoción al ver que efectivamente era una playa naturista. La entrada a la playa estaba flanqueada por árboles que brotaban de la tierra y unos treinta metros de dunas que protegían y aislaban la playa del ruido exterior. Bajo de los árboles, gente acampaba sin mucho problema, daba la sensación de que eran locales y llevaban tiempo viviendo allí ¿precariedad? ¿espíritu hippie? no me paré a preguntar, eran las cinco y media de la tarde, el sol descendía, pero seguíamos estando a unos veintiocho grados centígrados.
La playa era mucho más larga de lo que yo creía. Era larga y con arena gruesa y oscura. Podía ver gente haciendo snorkel, y vi rocas a ambos lados y en la orilla. No sabía como de poblado de peces y animales iba a estar esta parte de Creta, pero sabía que iba a ser interesante.
Localicé un trozo de playa agradable, en frente de un chiringuito. Desde fuera podía ver dos puertas con sus marcos y todo a través de las cuales se accedía al jardín. Puertas de casa en valla de jardín. Una señal de "not naked here" en una de las dos puertas advertía que el espacio naturista terminaba en esas puertas. Me senté entre dos parejas naturistas que llevaban una especie de paravientos/parasol/tienda de campaña. Decidí que era una falta de respeto usar bañador en esas condiciones así que me desnudé y me acerqué a la orilla para ver rocas, como estaba la entrada y demás.
Rocas lisas, agradables pero peligrosas porque normalmente resbalan. Encima estaban en la misma orilla. Me acordé en ese momento que me había dejado las aletas en el coche. Como un imbécil. En cualquier caso, cojo el tubo, las gafas y la funda acuática para el móvil y me lanzo al agua.
Empiezo a nadar. A pocos metros de la orilla un par de taludes de tamaño medio dan una profundidad de unos 2 metros y comienzas a otear pececillos sueltos y bancos de peces alrededor. No me dio mucho tiempo a mas pues la sensación de tener el culo fuera del agua y el resto del cuerpo dentro era algo a lo que no me terminaba de acostumbrar, aunque tampoco era desagradable.
Al rato, doy media vuelta y vuelvo a la orilla. Salí del agua y me puse a leer. El sol había caído mucho, y apenas quedaban unos minutos de día. También aproveché para mandar audios a amigos sobre el día, la cata de vinos y estar en Creta. Cuando el sol se puso, recogí y me fui dudando por un momento sobre meterme en la taverna que había allí porque estaban tocando música en directo pero decidí que había sido un día largo y volví al hotel.
En la última entrada comentaba de pasada que en el rato que fui de la playa al mini market para comprar cosas de buceo sufrí un ligero ataque de ansiedad (o ataque de pánico). El caso es que esto es algo con lo que tengo que lidiar. La ansiedad y yo tenemos una relación duradera y próspera desde 2014. Ese año, llamé al 112 porque me dolía el pecho pensando que era un ataque al corazón y era simplemente que había estado todo el día imitando a Matthew McConaghey en “El lobo de wall street”. Desde entonces, con terapia y mucho trabajo, he ido resolviendo diferentes problemas y cuestiones que me provocaban ansiedad a lo largo de los años. Sin embargo, sigue ahí, acechando, a la espera de que mi salud mental y yo nos demos un tiempo para mandarmee un dm por ig para quedar y tomar un café a ponernos al día.
En mi caso es así. Tengo épocas en las que estoy perfecto. Puedo hacer deporte, viajar, cenar, estar con mucha gente, salir de fiesta y demás. Y luego, hay épocas en las que no puedo apenas ni quedar con amigos para ponernos al día. Es una ruleta suerte. Hay situaciones que me provocan un estado de ansiedad perpetua (como por ejemplo que alguien cercano fallezca) y situaciones que me provocan ansiedad pasajera (como mucha carga de trabajo). En el caso que nos ocupa (el ataque de pánico del otro día), llevo con un nivel de ansiedad alto durante meses, por culpa del trabajo y muchos cambios en mi vida que estoy intentando manejar lo mejor que puedo. Eso ha provocado que esté en alerta todo el tiempo que no estoy durmiendo. Estoy siempre a la espera de que me pase algo, ya sea un ataque al corazón, un derrame o algo así.
Ahora mismo llevo varios meses en este estado, y eso ha provocado que ahora en el trabajo tenga que escaquearme al baño a contar porque llevo sintiendo tericia durante horas en mi brazo izquierdo, por ejemplo. Es ansiedad, yo lo se, pero es que la ansiedad te hace pensar que no es ansiedad. Yo siempre empiezo con un control absoluto de la situación, cuando siento algo como un pinchazo en el pecho (leve, que no duele, es por la mierda de postura que tengo mientras trabajo) empiezo con un "Bueno, no pasa nada, es por esto y esto" y me tranquilizo. En un estado normal, esto quedaría ahí. En un estado de ansiedad perpetua, esto comienza a escalar "Oye, este pinchazo sigue ahí" poco a poco "Bueno, ahora encima estoy empezando a sentir mi brazo tonto" hasta que solo puedo pensar en ir al baño para controlarlo o dejar que me de un ataque al corazón para que mis compañeros de trabajo puedan llamar al 112 y probar el desfibrilador automático en mi.
Es así. Siempre estás pensando en todo lo que puede salir mal y no puedes relativizar situaciones cotidianas. A veces ni siquiera es algo grave, es simplemente que algo se ha torcido y tienes que rehacer planes mentales y en mi caso el otro día cuando sentía el dolor en el tobillo, mi plan de vacaciones se había ido al traste, tenía que ir al medico, cancelar clases de tenis y ver qué iba a hacer con lo que quedaban de vacaciones me provocó un estado de alerta y un ataque de ansiedad porque en un momento pensé que era algo mucho más grave. Hoy me duele pero mucho menos, es una contusión o una torcedura de tobillo leve. ¿Habría pasado lo mismo en una época en la que no esté con este nivel de ansiedad? definitivamente no, lo se, pero en este momento es lo que tenemos y me tengo que adaptar.
Ahora estoy mejor, he replanteado el viaje y hoy ha sido un buen día. Sin embargo, la ansiedad sigue ahí, siento su presencia, como un espectro recordándome todo lo que puede salir mal. Yo sigo hipervigilante porque mi ansiedad me mantiene alerta. Ojalá sirviera para algo más que para llenar entradas de blog con la misma historia.
Después de un trayecto marcado por la negativa de los griegos a obedecer las normas más básicas de circulación, llegué a Elounda, un pequeño pueblo de pescadores a través del cual se puede llegar a la península inhabitada de Kalydon. Allí se encuentra la cala Kolokitha, llamada así por los restos de una antigua capilla con el mismo nombre.
La playa del hotel no me termina. Está repleto de parejas y de familias, lo que ahonda en mi crisis existencial de este viaje que es: "¿Puedo de verdad ser tan guay como para viajar solo o es solo un anhelo de una facción de mi personalidad que nunca estará presente por mucha terapia y trabajo de autoconocimiento que haga?".
Dejé el coche a unos 4km de allí, antes incluso de cruzar el estrecho camino que une Kalydon con Elounda, decido a dar un saludable paseo a las 12 del mediodía con tan solo treinta agradables grados centígrados. El trayecto del pueblo hasta el estrecho paso está repleto de restaurantes y pool bars con más aura de trampa para turistas que de auténtica comida griega. También hay diminutas playas (casi improvisadas) en las que turistas se tuestan al sol durante casi todo el año y algún que otro hotel o edificio de apartamentos.
El estrecho paso en sí es interesante. Es como estar en las lagunas de Torrevieja. Dependiendo de dónde sople el viento encontrarás que las olas rompen y mojan la carretera a pesar de ser aguas con menos de 1m de profundidad. En cualquier caso, continuo mi camino coon la sensación en todo momento de estar visitando unas lagunas o algo así. Cuando llego al otro lado me doy cuenta de que hay un fantástico parking cerca de unas ruinas antiguas. También información sobre rutas de senderismo. Paso de todo, continuo con mi destino en mente: la playa de Kolokitha.
El sendero que lleva a la playa es sencillo, se puede hacer en coche. Me cruzo con varios de camino tanto a la playa como de vuelta y entre medias encuentro diferentes calas aun más escondidas y desiertas. Me acuerdo mucho de mis aletas, mis gafas, mi tubo y mis escarpines. Ojalá me los hubiera traído. En cualquier caso, continúo y cuando llego al punto más alto del recorrido, veo que también hay algunas plazas de parking en lo más alto para el turista vago y cansado. En cualquier caso, admiro la vista que tengo cuando llego allí. Lamentablemente, solo tomé fotos con mi cámara analógica, así que las veremos en un mes. Antes de empezar a descender, a la izquierda, veo una antigua y diminuta capilla, la capilla de San Lucas. Según Google y la Lonely Planet, es interesante. De hecho podría haberla visitado, pero el calor apretaba y necesitaba un baño.
Desciendo el camino hasta la playa. Veo un enorme barco a lo lejos. También escucho sonidos provenientes de la playa cercana. Es común alrededor de la península ir en barco hasta una playa o hasta simplemente estar a unos cien metros para pegarse un baño o hacer snorkel. No es mi estilo, pero no parece mal plan. En cualquier caso, termino de descender y me encuentro con una diminuta cala de no mas de 15m de largo, con no mas de 10 personas que hacen que no haya mucho sitio donde estar. Me coloco, me pongo el bañador y me lanzo al agua. Vuelvo a recordar mis escarpines, hay rocas, cómodas, pero rocas. Y, joder, gente haciendo snorkel. Debería haberme leído la guía hace mucho tiempo, habría venido mucho más preparado. En fin, qué le vamos a hacer.
El chapuzón me sentó entre muy bien y excesivamente bien. Desde el mar (literalmente 20m dentro de la playa porque al ser de rocas era sencillo que el agua cubriera) observo a la gente. No hay nadie que no esté en pareja. No es algo que me diera cuenta inmediatamente. Cuando digo que éramos 6 parejas y yo, no exagero, es que las conté. De ahí me puse a pensar en algo más. ¿Tan raro es ir de vacaciones uno solo? Sé que no es el plan que uno escoge normalmente (no se si yo me animaría otro año a hacer esto) pero era algo que quería hacer y, ahora que estoy aquí, creo que no tengo claro que sea lo más óptimo para mi. no digo que no fuera yo a un surf camp o a un tenis camp, pero la manera en que me he organizado esto no es la más óptima. El viernes creo que me iré a hacer un bautismo de buceo (si mi tobillo aguanta, otra historia) y en realidad una de las cosas que más quería hacer aquí era hacer fotos y disfrutar del paisaje. El resort también es algo que no termina de encajar con mi forma de hacer turismo.
Después de un rato la playa se vacía y el barco que estaba amarrado en la cala vecina sale y se va. Al rato, otro barco idéntico atraca y la playa se llena de nuevo. Como una marea, turistas van y turistas vienen. Todos alemanes salvo una pareja de americanos. En cualquier caso, para entonces ya son pasadas las dos de la tarde, por lo que tengo que recoger y volver.
El camino de vuelta se hace más corto. De camino al coche recuerdo que apenas no he comido nada así que paso por un supermercado local para comprar provisiones y algo más de cerveza. De camino al hotel una de las cervezas explota en el maletero poniendo el riesgo la fianza. En fin, no me quejo. Llegué a tiempo a la clase y el chapuzón estuvo de locos.
Llegué a Heraclión tardísimo. Cogí mis maletas (pro tip si vas a jugar a tenis: utiliza una bolsa de 9 raquetas como tu maleta principal, caben 3 raquetas y un montón de ropa y cosas, a mi me ha servido), cogí mi Fiat 500 híbrido del sitio de alquiler de coches y me puse en dirección al resort en el que me quedo. No he ido nunca a un resort, primera vez en mi vida. Supongo que para todo hay una primera vez. Después de autovía y de meterme por carreteras secundarias y cruzar un pueblo llegué a mi destino. Una vez hecho el checkin y sabiendo que la primera clase la tenía al día siguiente a las 16:30, el botones me llevó a mi, mis maletas y mi sandwich de cortesía en un carrito de golf hasta mi casa-habitación-apartamento. El sitio es enorme y he de decir que ya me he perdido varias veces. Mi habitación tiene un balcón desde el que veo el mar que está a literalmente 40 metros de mi, aunque esa noche solo pude escuchar las olas y otear a duras penas la playa. En fin, cené, hice llamada rápida a familiares y me fui a dormir.
Amanecí a las 8. La playa está bien, no es genial, pero está bien. El día: ventoso. Bandera amarilla a primera hora de la mañana en la mitad de la playa que protegía el rompeolas y bandera roja directamente en la que está al otro lado. Después de una merecida ducha me dirigí a desayunar y me perdí. Terrible. Pero este sitio es laberíntico. Tras preguntar a una pareja a la que seguí durante unos largos y tensos 40m encontré el camino hacia el comedor. Buffet estándar, café de cafetera en la mesa, y a preparar un poco lo que va a ser este viaje.
Es domingo, sé que aunque no es temporada alta todo va a estar a tope y las playas no son accesibles hoy así que me dedico a descansar hasta la hora de la clase de tenis y planear la semana. Voy a la playa, paseo, me doy una vuelta. Me canso, me voy a la otra playa. Solo una pareja de alemanes, unas olas terribles, el mar está movidísimo. Leo un poco, descanso. El calor aprieta a mediodía así que a la 1 me voy a comer. Como en el restaurante que está al lado de la piscina. Dakos y ensalada de atún. Creo que nunca había comido tanto atún en una ensalada. Intento aprovechar para practicar las 4 cosas que se de griego "Yassu" "Efkharisto" etc etc.
Tras conocer a un gato y comprar una botella de agua me voy a descansar hasta la clase de tenis. No hace mucho calor, pero hace calor. Me embadurno en protector solar y parto a las 16 hacia las pistas de tenis. Me pierdo de nuevo. Es que no aprendo. Al final, acabo llegando a través de la playa, resulta que es la ruta más sencilla. Cuando llego descubro que soy el único, lo que no está mal pero tampoco bien ya que serán solo 3 clases de 90 minutos durante todo el viaje, aunque, bueno, tampoco están mal.
Josef es majo. Me habla de entrada en alemán (literalmente el 80% de los huéspedes tienen que ser alemanes) y su inglés no es muy allá, pero nos entendemos. Practicamos, hacemos un poco de todo y acabamos jugando un tie-break. ¿Estoy aun cogiendo el ritmo o este Griego me ha dejado destrozado en hora y media? Es la primera clase seria de la temporada y estoy roto. Quería acercarme a la piscina pero está cerrada cuando termino la clase así que me dirijo a la playa que pese a tener aun bandera roja tiene algún que otro bañista y está mucho más calmada. El agua está templada, ni caliente ni fría, lo justo para que sea refrescante pero no estés helado al terminar.
Durante el día he ido haciendo un mapa mental de las cosas que quiero hacer ya que voy a tener más tiempo libre del que creía. Hay muy buenos vinos en Creta por lo que he preguntado por unas catas cerca de heraklio. Tambien hay mucha historia y cultura así que es posible que un día me acerque a una meseta repleta de templos y mitología griega, minoica y veneciana. Además, quiero seguir haciendo deporte por lo que me gustaría hacer o un hike a una cueva cercana o un curso de iniciación en buceo. Aun no lo tengo claro. Pero ahí estamos. De momento, termino el día bebiendo cerveza Mythos y relajado en la cama.