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Tercera regional liga helénica: Vino cretense 1 - playa nudista 1
27 de septiembre de 2024

Tercera regional liga helénica: Vino cretense 1 - playa nudista 1

Cuando llegué a Dafnes no las tenía nada conmigo. El pequeño pueblo de no más de 1500 habitantes está en una colina entre valles de montañas repletos de olivos, almendros y viñedos. El paisaje era precioso cuando conseguí llegar al pueblo y aparcar. Google me había metido por una cuesta empinadísima para entrar al pueblo por la parte de detrás y al pasar por la bodega a la que se suponía que tenia que ir parecía más el garaje de mi tía en fiestas de Moros y Cristianos que una empresa dedicada a la venta de vino.

Hace un par de días mandé un email preguntando por una clase de cocina griega que había encontrado en internet, pero yo estoy viajando solo y la reserva es para mínimo 2 personas, por lo que pregunté si me podían hacer un hueco en algún otro lugar. Me ofrecieron una clase de maridaje con más personas y dije que si.

Aparqué lejos, y cuando miré el mapa no me cuadraba nada. Para empezar, todas las bodegas del pueblo eran iguales: "Dafnes winery", "Dafnes Doloufakis Winery", "Dafnes wines by DAF winery"... no entendía nada. Paseando por el pueblo de camino hacia el sospechoso garaje, al que ya llegaba tarde, vi un cartel que apuntaba a "Doloufakis Winery" o algo así, así que me metí a preguntar. Me mandaron a la recepción y había un grupo de unos 12 turistas (probablemente parejas todo) esperando. Me preguntaron por mi nombre y mi reserva.

-¿Cual es tu nombre? - mirando el iPad con desdén.
-Carlos, mandé un email el otro día y me ofrecisteis una clase de maridaje.
-¿Clase de maridaje? Aquí no hacemos clases de maridaje, ¿A que email has enviado esto? - deja el iPad y duda.
-Pues a "blabla@gmail.com".
-No no, eso no es aquí, mira en Google eso es un garaje más allá, lo siento.
-Ah, oh, gracias, muchas gracias - otro día más siendo un payaso a tiempo parcial.

Ya con la indicación de que soy idiota, me puse de camino y llamé para avisar de que llegaba cinco minutos tarde. La chica, amable como nadie, me dijo que me esperaban que no había problema "no te preocupes Carlo, te esperamos".

Llegué a la puerta del garaje, ésta, ya abierta, daba paso a una especia de patio trasero. En el edificio otra puerta trasera industrial abierta mostraba un montón de cajas de botellas y torvas enormes en las que imagino guardaban el vino. En el patio había 4 mesas debajo de dos sombrillas gigantes que junto a un limonero, una higuera y un naranjo proyectaban una sombra que hacía el calor soportable y hasta agradable. La verja que limitaba el patio estaba decorada con decenas de botellas de vino vacías y un desmirriado gato blanco y negro maullaba en una esquina entiendo que esperando poder llevarse algo a la boca.

Cuando llegué, una pareja sentada en una mesa debajo de una de las sombrillas con sendas copas de vino esperaba y otra chica les ponía agua (entendí que era Federiki, la dueña). Me preguntaron mi nombre, me preguntaron si quería sentarme en otra mesa, pero como buen mediterráneo dije que si no molestaba nos podíamos sentar todos en una mesa juntos, y me dijeron que si. La otra pareja (perdonadme pero no me acuerdo de sus nombres) eran un italiano y una italiana de unos cuarenta y poco años que vivían en Suiza y se dedicaban a viajar buscando el sol (un poco como cualquier persona que viva en las tierras hambrientas de Helios del centro y norte de europa). Antes de comenzar, Federiki dejaba en la mesa una tabla con queso, rosquilletas, olivas, aceite de oliva, uva y almendras y nos explicaba la historia de la bodega.

Ella había heredado la bodega de su abuelo, productor de vino del pueblo durante muchos años. Su padre se dedicaba al cultivo y producción de aceite de oliva (que teníamos en la mesa) y su hermano se dedicaba al cultivo y producción de aceitunas encurtidas (que también estábamos a punto de degustar), además en el pueblo se producía queso y almendra (que, lo habéis adivinado, teníamos en la mesa). Nos explicó también la historia del vino en Creta, las variedades, lo que se producía alrededor de Dafnes y en su opinión cuales eran los puntos interesantes de la isla.

Mientras iba a por una botella de vino, nos presentamos e hicimos introducciones. Un par de minutos después, Federiki nos servía la primera copa de vino, y tras brindar y exclamar "Yamas!" empezamos a beber y actuar como si supiésemos de vino, a pesar de que minutos antes, cuando Federiki no miraba, nos habíamos sincerado y admitido que ninguno teníamos ni idea de vino a pesar de ser mediterráneos todos.

Podría hablar de cada vino y. cada variedad de uva. Pero esto no es una crítica gastronómica. Los vinos estaban bien. Los blancos eran muy duros, alta graduación y bastante pesados, pero se notaba que eran su expertise. Había alguno cuyo aroma era dulce como un zumo de frutas pero luego era seco y duro en el paladar. Mi favorito es un blanco ya casi al final del cual nos advirtió que solo producen 600 botellas al año. De largo, el mejor. Un blanco madurado en barrica 12 meses y otros 12 meses en botella que tenía una gama de aromas y un sabor alucinante. Terminamos con los vinos rosados y con los vinos tintos.

Mientras todo esto ocurría, la pareja y yo hablábamos de viajes, lo duro que es vivir en el centro de europa, experiencias en Creta y en otras partes de Europa, y hasta les hablé de mi amiga Ludo y lo mal italiana que es haciendo su "Pasta alla Ludo" (que no es más que atún de bote con pasta). En un momento dado, Federiki nos pregunto que si, al ser todos culturalmente cercanos, podía tratarnos como sus amigos. Hablamos de la isla, de qué hacíamos allí, de qué tal viajar solo y, en definitiva, Creta, vinos, playas y la vida en general.

Cuando terminamos de degustar todos los vinos, y siendo ya cerca de las dos de la tarde, Federiki nos acompañó a otear, desde la lejanía, los viñedos de los que salía el vino. Nos comentó que el calor es asfixiante en verano, que la lluvia escasea y que cada ciertos años nieva. Nos contó que Dafnes es un pueblo tranquilo, todo el mundo se conoce y no conocen lo que es el robo o la delincuencia. Nos contó que tratan con respeto a los extraños y que si alguna vez tenemos un problema, allí nos ayudarían.

Momentos después volvimos a la bodega y al llegar descubrimos cubiertos, platos y una botella de agua. "¿Pero esto no se había acabado?" pienso para mis adentros. "Vale, coger sitio, estamos terminando de preparar la comida". En teoría en la web ponía explícitamente que el maridaje y los vinos no constituían una comida, pero cuando empezamos a ver platos salir, entendimos que era todo una mentira. Ensalada cretense, dolmadakias (unos 50 sin exagerar), dakos, tostadas de pepino y tortilla y musaka. Además, una copa de vino del que más nos haya gustado. Me quedo sin palabras.

Probé la ensalada con miedo (viviendo en Bruselas, no espero mucho de las verduras), pero descubro que los pepinos son alpicoces, que los tomates saben a tomate y que la cebolla está dulce y jugosa. Todo excede los apelativos de delicioso o increíble. Los dakos, con el tomate, deliciosos siendo algo increíblemente sencillo. Los dolmadakias, primera vez que los pruebo y me enamoran. Del tamaño de un bocado, me como entre 15 y 20 y pido perdón porque quedan algunos en el plato. La musaka me hace recordar tiempos mejores en los que vivía en un país con acceso a verduras que sabían a verduras y en el que no hacía falta echar una salsa o 15 especias para hacer sabroso un plato.

Al terminar de de comernos casi todo (lo de los 50 domaldakias no es broma) Federiki nos saca licor, rakomelo, que me recuerda inmediatamente a una mezcla entre mistela o moscatel y aguardiente de orujo. Es muy dulce pero muy duro también. Después de un par de comentarios sobre el calor y sobre buscar una playa para dormir la siesta, nos levantamos y pedimos la cuenta. La pareja de italianos se despiden de mi mientras Federiki nos presenta a su hija y nos habla de su familia. Me quedo con ganas de saber más sobre todos, pero los encuentros casuales son especiales porque son efímeros, y así como nos hemos conocido de manera fugaz hemos de dejarnos ir sin saber el impacto que tendremos entre nosotros.

Pagué y me fui hacia el coche. Sorprendentemente, mientras caminaba por el pueblo hasta el aparcamiento me di cuenta de que los vinos y los licores no habían tenido ningún efecto y estaba fresco, aunque por otra parte también pensé en la enorme comida que nos habíamos pegado y en que la cata había terminado casi 2h antes. Cogí el coche y puse dirección a Mátala. En la guía que estoy siguiendo para este viaje, comentan el pasado de colonia hippie del lugar, por lo que quería ir a ver como está y, si es posible, bañarme desnudo.

Llegé a los 40 minutos por una carretera repleta de dobles adelantamientos, coches en paralelo y, en general, un desprecio por la vida humana excepcional. Aparqué lejos, a unos 10 minutos andando de la linea de playa, y desde ese punto ya observé que era una zona mucho menos transitada que el resto de la isla. Mientras descendía, pasé por múltiples parcelas con vallas de no más de un metro y una caravana o trailer convertido en vivienda. Claramente, era un zona hippie.

Cuando llegué a la playa el sol estaba ya descendiendo. Al llegar me crucé con una pareja desnuda y en videollamada con Liv le expresé mi emoción al ver que efectivamente era una playa naturista. La entrada a la playa estaba flanqueada por árboles que brotaban de la tierra y unos treinta metros de dunas que protegían y aislaban la playa del ruido exterior. Bajo de los árboles, gente acampaba sin mucho problema, daba la sensación de que eran locales y llevaban tiempo viviendo allí ¿precariedad? ¿espíritu hippie? no me paré a preguntar, eran las cinco y media de la tarde, el sol descendía, pero seguíamos estando a unos veintiocho grados centígrados.

La playa era mucho más larga de lo que yo creía. Era larga y con arena gruesa y oscura. Podía ver gente haciendo snorkel, y vi rocas a ambos lados y en la orilla. No sabía como de poblado de peces y animales iba a estar esta parte de Creta, pero sabía que iba a ser interesante.

Localicé un trozo de playa agradable, en frente de un chiringuito. Desde fuera podía ver dos puertas con sus marcos y todo a través de las cuales se accedía al jardín. Puertas de casa en valla de jardín. Una señal de "not naked here" en una de las dos puertas advertía que el espacio naturista terminaba en esas puertas. Me senté entre dos parejas naturistas que llevaban una especie de paravientos/parasol/tienda de campaña. Decidí que era una falta de respeto usar bañador en esas condiciones así que me desnudé y me acerqué a la orilla para ver rocas, como estaba la entrada y demás.

Rocas lisas, agradables pero peligrosas porque normalmente resbalan. Encima estaban en la misma orilla. Me acordé en ese momento que me había dejado las aletas en el coche. Como un imbécil. En cualquier caso, cojo el tubo, las gafas y la funda acuática para el móvil y me lanzo al agua.

Empiezo a nadar. A pocos metros de la orilla un par de taludes de tamaño medio dan una profundidad de unos 2 metros y comienzas a otear pececillos sueltos y bancos de peces alrededor. No me dio mucho tiempo a mas pues la sensación de tener el culo fuera del agua y el resto del cuerpo dentro era algo a lo que no me terminaba de acostumbrar, aunque tampoco era desagradable.

Al rato, doy media vuelta y vuelvo a la orilla. Salí del agua y me puse a leer. El sol había caído mucho, y apenas quedaban unos minutos de día. También aproveché para mandar audios a amigos sobre el día, la cata de vinos y estar en Creta. Cuando el sol se puso, recogí y me fui dudando por un momento sobre meterme en la taverna que había allí porque estaban tocando música en directo pero decidí que había sido un día largo y volví al hotel.

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Una cala
24 de septiembre de 2024

Una cala

Después de un trayecto marcado por la negativa de los griegos a obedecer las normas más básicas de circulación, llegué a Elounda, un pequeño pueblo de pescadores a través del cual se puede llegar a la península inhabitada de Kalydon. Allí se encuentra la cala Kolokitha, llamada así por los restos de una antigua capilla con el mismo nombre.

La playa del hotel no me termina. Está repleto de parejas y de familias, lo que ahonda en mi crisis existencial de este viaje que es: "¿Puedo de verdad ser tan guay como para viajar solo o es solo un anhelo de una facción de mi personalidad que nunca estará presente por mucha terapia y trabajo de autoconocimiento que haga?".

Dejé el coche a unos 4km de allí, antes incluso de cruzar el estrecho camino que une Kalydon con Elounda, decido a dar un saludable paseo a las 12 del mediodía con tan solo treinta agradables grados centígrados. El trayecto del pueblo hasta el estrecho paso está repleto de restaurantes y pool bars con más aura de trampa para turistas que de auténtica comida griega. También hay diminutas playas (casi improvisadas) en las que turistas se tuestan al sol durante casi todo el año y algún que otro hotel o edificio de apartamentos.

El estrecho paso en sí es interesante. Es como estar en las lagunas de Torrevieja. Dependiendo de dónde sople el viento encontrarás que las olas rompen y mojan la carretera a pesar de ser aguas con menos de 1m de profundidad. En cualquier caso, continuo mi camino coon la sensación en todo momento de estar visitando unas lagunas o algo así. Cuando llego al otro lado me doy cuenta de que hay un fantástico parking cerca de unas ruinas antiguas. También información sobre rutas de senderismo. Paso de todo, continuo con mi destino en mente: la playa de Kolokitha.

El sendero que lleva a la playa es sencillo, se puede hacer en coche. Me cruzo con varios de camino tanto a la playa como de vuelta y entre medias encuentro diferentes calas aun más escondidas y desiertas. Me acuerdo mucho de mis aletas, mis gafas, mi tubo y mis escarpines. Ojalá me los hubiera traído. En cualquier caso, continúo y cuando llego al punto más alto del recorrido, veo que también hay algunas plazas de parking en lo más alto para el turista vago y cansado. En cualquier caso, admiro la vista que tengo cuando llego allí. Lamentablemente, solo tomé fotos con mi cámara analógica, así que las veremos en un mes. Antes de empezar a descender, a la izquierda, veo una antigua y diminuta capilla, la capilla de San Lucas. Según Google y la Lonely Planet, es interesante. De hecho podría haberla visitado, pero el calor apretaba y necesitaba un baño.

Desciendo el camino hasta la playa. Veo un enorme barco a lo lejos. También escucho sonidos provenientes de la playa cercana. Es común alrededor de la península ir en barco hasta una playa o hasta simplemente estar a unos cien metros para pegarse un baño o hacer snorkel. No es mi estilo, pero no parece mal plan. En cualquier caso, termino de descender y me encuentro con una diminuta cala de no mas de 15m de largo, con no mas de 10 personas que hacen que no haya mucho sitio donde estar. Me coloco, me pongo el bañador y me lanzo al agua. Vuelvo a recordar mis escarpines, hay rocas, cómodas, pero rocas. Y, joder, gente haciendo snorkel. Debería haberme leído la guía hace mucho tiempo, habría venido mucho más preparado. En fin, qué le vamos a hacer.

El chapuzón me sentó entre muy bien y excesivamente bien. Desde el mar (literalmente 20m dentro de la playa porque al ser de rocas era sencillo que el agua cubriera) observo a la gente. No hay nadie que no esté en pareja. No es algo que me diera cuenta inmediatamente. Cuando digo que éramos 6 parejas y yo, no exagero, es que las conté. De ahí me puse a pensar en algo más. ¿Tan raro es ir de vacaciones uno solo? Sé que no es el plan que uno escoge normalmente (no se si yo me animaría otro año a hacer esto) pero era algo que quería hacer y, ahora que estoy aquí, creo que no tengo claro que sea lo más óptimo para mi. no digo que no fuera yo a un surf camp o a un tenis camp, pero la manera en que me he organizado esto no es la más óptima. El viernes creo que me iré a hacer un bautismo de buceo (si mi tobillo aguanta, otra historia) y en realidad una de las cosas que más quería hacer aquí era hacer fotos y disfrutar del paisaje. El resort también es algo que no termina de encajar con mi forma de hacer turismo.

Después de un rato la playa se vacía y el barco que estaba amarrado en la cala vecina sale y se va. Al rato, otro barco idéntico atraca y la playa se llena de nuevo. Como una marea, turistas van y turistas vienen. Todos alemanes salvo una pareja de americanos. En cualquier caso, para entonces ya son pasadas las dos de la tarde, por lo que tengo que recoger y volver.

El camino de vuelta se hace más corto. De camino al coche recuerdo que apenas no he comido nada así que paso por un supermercado local para comprar provisiones y algo más de cerveza. De camino al hotel una de las cervezas explota en el maletero poniendo el riesgo la fianza. En fin, no me quejo. Llegué a tiempo a la clase y el chapuzón estuvo de locos.

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