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El verano de las partidas de Starcraft
1 de noviembre de 2024

El verano de las partidas de Starcraft

Un verano no hubo verano. Tenía 7 años cuando a mi madre le diagnosticaron cáncer de mama. Yo no me acuerdo de aquello. No recuerdo cuándo se lo dijeron. Ni siquiera recuerdo si tenía 8 años. Mi madre siempre dice que fue en 2001, creo que al principio de 2001: antes del 11S, la guerra de Irak, el gobierno de Zapatero, la crisis de 2008 y las responsabilidades de la vida adulta. Pero le detectaron cáncer de mama, y estuvo en tratamiento durante muchos meses.

Recuerdo los turbantes que se ponía. Nada de pelucas o pelo postizo. Recuerdo cuando se rapó la melena. Fue en la casa del pueblo, no se si en la cocina, el estudio o el comedor, pero lo hicimos nosotros. También recuerdo que en algún momento algunos compañeros de clase se rieron de ella. En clase de arcilla. Eran niños, no importa. También recuerdo que de repente era verano y que ella seguía con la quimioterapia.

Nos habíamos ido a pasar el verano a la casa de campo (como cada año) y bajábamos a Alicante al hospital a que le pusieran el tratamiento a mi madre. Para mi hermana y para mi ir a un hospital que no era en el que trabajaban mis padres era lo más aburrido del mundo. Ni siquiera los cuadernillos de verano salvaban esos momentos. Después de unas sesiones decidieron dejarnos en la casa del pueblo cada día y allí nos instalamos Starcraft en dos ordenadores y nos pasamos todo el verano jugando.

Recuerdo que nos conectábamos en una LAN Party para los dos solos y nos poníamos a destruirnos mutuamente. Los Zergs, la especie de aliens enjambrados de mi hermana siempre ganaba a mis Protoss, una raza superior tecnológicamente pero que tardaban mucho tiempo en ser eficaces. Un juego de estrategia que me dios muchos disgustos porque, evidentemente, tenía solo 8 años cumplidos un par de meses antes. No sé si lloré después de alguna derrota pero es probable que pasara. Cuando mi madre terminaba, nos recogían y de vuelta al campo.

Fue un verano singular. No aprendí a jugar a Starcraft y tampoco terminé mis cuadernillos de verano, pero mi madre completó todos los ciclos de quimioterapia y eventualmente se curó. De alguna manera recuerdo aquel insípido verano como uno de los mejores planes de verano y desde entonces dediqué muchas horas en muchos veranos a jugar a videojuegos. Pero nunca más a Starcraft.

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La Oreja de Van Gogh como refugio
3 de marzo de 2022

La Oreja de Van Gogh como refugio

Hablo de caballos y cuadra y se esperan un club de campo no un secarral

La verdad que llevo varias semanas escuchando mucho La Oreja de Van Gogh. Creo que el 20 de Enero vi un par de memes en Twitter y me lancé a escuchar una lista que tengo para estos momentos. Aunque no lo hago por el meme. Soy muy fan de LODVG, de la vieja, la de Amaia, la que acabó con Guapa (y Más Guapa, que siempre cae en el olvido) y tiene seguramente dos de los mejores discos del pop que han salido de Españita siempre.

Mis razones para escuchar La Oreja son simples. Me recuerda a los veranos que pasé en mi campo antes de que la vida se pusiera en modo adulto, me fuese a Valencia y mi padre muriese. Los veranos eran larguísimos, los pasábamos en el campo y durante esos 3 meses mi hermana y yo estábamos solos muchos días. Mientras mis padres trabajaban, nosotros arreglábamos la casa, hacíamos la comida y cuidábamos a los animales. Era en esos días de hacer recados que nos poníamos, en un viejo walkman conectado a un aun más viejo equipo de música, CDs sin parar. Desde Mecano - Ana Jose Nacho a Carácter Latino 2001. También Joaquín Sabina, Ella Baila Sola, Estopa o, por supuesto, La Oreja de Van Gogh.

Creo que en un momento en el que los picos de ansiedad están alcanzando tremendas cotas, es importante tener un refugio mental en el que meterse, encerrarse y descansar de todo. Supongo que habrá gente que se ponga sonidos de lluvia(a ratos a mi me funciona también) o una serie en bucle (culpable también). A mi me funciona ponerme esta música. Me ayuda a recordar que la vida no tiene que ser estresante, complicada, llena de obligaciones y muchas veces viviendo en tercera persona.

Puede que sea un medidor de ansiedad, estrés e incertidumbre, en cualquier caso, estas últimas semanas me encierro en mi refugio mucho y no es que esté la vida para no hacerlo. Guerras, crisis económica, cambio climático, el fascismo ascendente... y nosotros seguimos trabajando de 9 a 5, arreglando bugs y desarrollando features. Mientras el mundo se tambalea yo actualizo un ticket en Jira y le pido a mi PM donde pongo la prioridad. Luego juego a tenis, vamos al cine y cenamos con los amigos.

La vida fuera del refugio no tiene sentido. Aquí dentro tampoco, pero se está más a gusto.

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