Me voy a Heraklion, capital de Creta, Grecia. Primera vez que viajo solo, sin amigos, sin pareja, sin familia… voy a un hotel/resort/pueblo de esos que odio a jugar a tenis, ir a la playa, hacer excursiones, visitar ruinas minoicas, una cata de vinos y, obviamente, hacer fotos. Una semana para disfrutar del suave tiempo del fin de verano. Quizás cae algún baño (el tiempo va a acompañar) y quizás hasta hago algún amigo. Espero poder poder desconectar, no enterarme de nada de lo que pasa en el mundo y no tener que echar mano del Xanax que, por supuesto, me he traído por si acaso. Tengo ganas aunque sinceramente este viaje me provoca bastante ansiedad. No se que va a pasar, tengo un coche alquilado y no se casi nada de griego. Prácticamente nada. Se decir “si”, “buenas noches” y algo más. Debería haberle echado horas al Duolingo en lugar de no hacer nada durante estos últimos meses. En fin, ahora poco más se puede hacer. Intentaré descargarme un par de cheatsheets y poco más. Durante el vuelo, de unas 3 horas y media, me dedicaré a escuchar música, escribir y poco más. Seguramente también para organizar fotos y demás tareas atrasadas. Me llevo el Mac. He aprendido que es súper importante viajar con tu ordenador personal. Nunca sabes lo que puede pasar y en este caso yo quiero poder descargar las fotos que haga con la cámara digital y tener algo para ver películas o cualquier cosa. También me tocará arreglar movidas. En fin, tengo que embarcar.
Cumplo treinta años. Supongo que nada cambiará y que todo seguirá igual en los 30 que en los 29, porque en nuestra insignificancia el universo y la naturaleza no tienen preparados un pastel o un festival para cada individuo. En cualquier caso, en lo local, en mi personal rincón del mundo, esto es bastante importante. Veía esta cifra como algo muy lejano, como una época a la que seguramente nunca llegaría o llegaría viejo y cansado. La realidad es que sigo activo, nada ha cambiado demasiado y no creo que físicamente haya estado mejor lo que hace que me de bastante miedo lo que viene a continuación.
¿El declive? ¿Empezar a morir? Cuando tenía 17 años empecé a tener los primeros tiernos signos de que algo me pasaba en la cabeza que me hacía mirar al vacío en la noche con un terror pavoroso a la muerte. Autoexploración, ansiedad, noches de insomnio... siempre he pensado que iba a morir muy pronto, cerca, ya, mañana... de una enfermedad, en un accidente, de una hernia aórtica no detectada... en fin, es algo con lo que he convivido estos años y que supongo me acompañará. Allá donde vaya estará a mi lado para recordarme que ya sean 30 o 40 la ansiedad va a ser algo de lo que no pueda escapar sino reconocer y controlar.
Entonces, ¿qué es lo que haga que la cifra de 30 sea importante? supongo que está muy atado a la cultura popular de autoexigencia y capitalismo interiorizado. Si a los 30 no tienes la vida más o menos planeada es que algo estás haciendo mal. "Has vivido lo mejor de la película, prepárate para la parte aburrida" Supongo que es como llevar más de 3 meses en un trabajo, que la excitación desaparece, sabes como funciona todo y donde se guardan los azucarillos y solo queda aburrirse hasta estar quemado y buscar otra cosa. ¿Empieza entonces la vida a hacerse aburrida? La verdad que siendo una persona con un más que probable déficit de atención o algo así no me preocupa aburrirme porque va a ser complicado pero si que me preocupa que pase muy rápido.
Cuando tenía 4 años, un carro de caballos pasó por encima mío seccionando el hígado, partiéndolo en 2 y provocando una hemorragia interna que me llevaba a la muerte de manera inevitable. Estábamos en el campo, era 22 de Julio y no teníamos coche porque estaba en el taller. En medio del campo, con unos vecinos ausentes, unos padres sollozando y una familia viendo el drama en directo y seguramente preguntándose "¿Qué demonios está ocurriendo?". Mi primo estaba cerca, tenía un golpe en la cabeza, mis padres nos cogieron y nos llevaron en brazos gritando y pidiendo ayuda por el camino de piedras que va hacia mi pueblo a unos 4km. Por suerte, unos vecinos de unas casas más allá oyeron los gritos y cogieron el coche para llevarnos al hospital. Estar gordo me salvó ya que pesando más de 25kg pudieron operarme en lugar de mandarme a Alicante (lo que me habría matado) y 5h después salí de quirófano portando una cicatriz de unos 25cm en dos secciones angulares que me ha acompañado hasta ahora.
A partir de ese momento empecé a obsesionarme con la idea de la muerte, el vacío, la nada, lo desconocido... empecé a tener insomnio y a decirle a mi madre que no quería dormirme por si no volvía a despertar. Esto lo conocí hace poco, no me acordaba de nada de esto, pero no me sorprende. En 2018 con los peores episodios de ansiedad que he tenido tuve el mismo comportamiento. Estoy acostumbrado a lidiar con el sentimiento de que la muerte es inminente, fría e implacable. Cumplir 30 es un recordatorio de que está ahí. Pero ¿tan malos van a ser los treinta? ¿es esto un simple miedo ante algo totalmente inevitable?
Me gustaría ahondar en porqué siento que es importante. Creo que los cumpleaños he empezado a echarlos de más en cierto sentido. Puede que sea miedo a la muerte o puede que sea una sensación de no haber conseguido nada en la vida. Un recordatorio más de que somos insignificantes. Tengo varias carencias de reconocimiento, no se de donde vienen aunque seguramente se remonten a la infancia y adolescencia, sobre las que he construido ilusiones de poder demostrar que soy bueno, que he conseguido algo importante de manera tan vaga y superficial que me da vergüenza admitirlo. Quiero utilizar éxitos superficiales como armas arrojadizas ante todos aquellos que un día de alguna manera dijeron "no es suficiente todo esto que estás haciendo". Reconocimiento puro y duro.
Creo que en los últimos 5 años han pasado tantas cosas que he vivido 3 vidas. Es imposible enumerar todo lo que he hecho, dicho, conseguido o vivido y creo que necesito tiempo para plantearme qué quiero hacer a partir de ahora. No quiero que mi meta sea una lista de deseos en IKEA, en Idealista o en Amazon. Quiero una meta vital personal. No es ser padre, no es viajar a todas las partes del mundo o trabajar en esta u otra empresa. Tiene que haber algo más. Quizá escriba una carta a mi yo de 35 años para ver como van las cosas (y ojalá recibirla).
Pero, ¿Y si no estoy contento? ¿Y si todo sirve para absolutamente nada? Quiero hacer muchas cosas pero también quiero tener un tiempo de meditación, reflejar todo lo que ha cambiado durante los últimos 10 años. Llegaba a la veintena como una especie de incel abocado a ser un eterno weirdo y sintiéndome incomprendido, solo e insatisfecho. Por suerte, por el camino he encontrado seguramente a algunas de las mejores personas que he podido pedir. Amigos, familia y una compañera de vida. Literalmente de las mejores cosas que me han pasado. Son todas esas personas las que enriquecieron la manera en la que entiendo, observo y respondo al día a día. Durante este tiempo comencé terapia, sufrí episodios de mierda, frustración, miedo, rabia y tristeza bastante hardcore.
Han sido años bastante completos. A pesar de la sensación de haber perdido preciados meses en la cuarentena, con decisiones no-muy-acertadas, hay que reflejar también las cosas buenas y hacer un llamamiento a las cosas que están por llegar, las buenas, digo.
Aún no se que meta o propósito o fin puede haber. De momento lo desconozco y no se si algún día encontraré realmente aquello que quite de un plumazo la sensación de no estar viviendo lo suficiente. Como decía más arriba, puede que nunca llegue, así que tengo que aprender a que eso sea también normal. Por el camino, puedo ir haciendo cosas que sí quiero hacer y que puede que me ayuden a encontrarlo.
Por eso quiero hacer una lista de cosas que quiero hacer en los próximos años. No quiero ser grandilocuente ni soñar superficial, simplemente es una serie de cosas sencillas y que sé que quiero hacer o llevo tiempo hacer. No son todas y seguramente me salte muchas pero es una lista. Cosas con las que he soñado, fantaseado o he pensado “esto podría conseguirlo con un vaciador de melones”. Bueno, ya me entendéis. Quizás pueda empezar por ello y luego… bueno, luego ya veremos. Lo importante es ir haciéndola, pensar que llegará la meta y descubriré que era tan importante que no pudiera esperar a cumplir 30 para empezar.
Aprender a montar en monopatin
Aprender a montar en patines en linea
Hacer proyectos DIY de carpintería
Volver a pintar / dibujar / hacer manualidades o cosas así
Aprender diseño gráfico y carteleria
Viajar, así en general, pero volver a las islas canarias y visitar Svalvard estaría bastante guapo además de ir de camping o pasar una temporada de digital nomad
Volver a ir de camping en algún momento
Respecto al tenis, quiero ir a ver algún Grand Slam y pasar una semana en la academia de Rafa Nadal
Hacer surf
Buceo
Un voluntariado (no sé ni cómo ni cuando ni donde la verdad)
En Crossfit me gustaría aprender a subir a la cuerda, conseguir hacer un muscle up y una dominada
Conseguir que Dunkelheit and Draper sea una agencia de verdad
Últimamente mi yo amante de todo lo retro y antiguo está pegando fuerte, muy fuerte, demasiado y tengo que controlarme para dejar de comprar vinilos, reproductores de música antiguos. En cualquier caso, echo de menos mi iPod y no se si es porque cuando dejó de funcionar tenía cerca de 40GB de música y me gustaba el sonido de 'click' o simplemente, yo que sé, echo todo lo que le rodeaba: tener 20 años, que las resacas no durasen 3 días o no estar preocupado por si puedes aplazar la trimestral de hacienda.
También me he dado cuenta de que llevo un par de semanas haciendo updates semanales, y me va gustando el update semanal porque me ayuda a concentrar todo lo que he hecho en unos párrafos y no parece que sea una semana perdida. Esta pasada no lo ha sido y no esta que entra parece que vaya a serlo.
La semana pasada empezamos yendo a una charla de Ai Weiwei. También tuvimos la oportunidad de conocerle un poco mejor, algo así como un coloquio terriblemente dirigido (porque había 0 feeling entre el entrevistador y Ai Weiwei) pero fue interesante escuchar porqué se dedica a hacer documentales o porqué tiene 0 interés en enseñar su trabajo a la gente.
El documental que vimos: una movida. Iba sobre un campo de refugiados del pueblo Rohyngia y la verdad que fue jodido de ver, no porque fuera un contenido gráfico o demasiado dramático sino porque era un documental de 2h sin voz en off, sin subtítulos y sin casi banda sonora. Es complicado, más cercano a documentar de manera cruda y sencilla o al poema visual que un documental al uso. Se preguntaba porqué no lo aceptaban en festivales de documentales y bueno, es discutible el porqué, pero se explica fácilmente.
El mensaje o contenido del documental era también difícil, Ai Weiwei no quiere meterse en realizar juicios de valor, ni dar voz a los sin voz ni nada que no fuera mostrar la realidad del campo de refugiados aunque en ocasiones si que parecía hacer contraposiciones en, por ejemplo, cómo de asimilado está el dolor físico de un ser humano versus el dolor visceral de un animal para descolocar al espectador. Me imagino que diciendo "No te gusta que mueran vacas, pero llevas hora y pico viendo niños malviviendo y no has dicho nada". También creo que intenta desmontar de manera sutil la romantización que existe alrededor de la vida en el tercer mundo. Empezando con momentos muy entrañables y acabando con casi retratos de una vida al borde del sumidero. Triste y pesimista. A pesar de los momentos felices que pueda haber, sigue siendo un campo de refugiados.
Siguiendo con historias que no acaban bien, el sábado fuimos a un evento hosteado por VinoKilo Vintage, una empresa de retailing de segunda mano, ropa al kilo, vamos. A pesar de la lluvia y de tener que coger dos trams y andar un rato, acudimos antes del mediodía para probar. Yo buscaba unos pantalones, unos vaqueros, pero era imposible. No estoy acostumbrado y tener un cuerpo no heteronormativo hace que sea imposible encontrar una talla adecuada. Al final me llevé varias camisas a buen precio y un suéter bastante top y al final me llevé más de lo que debía. Me controlé, pero no lo suficiente. En cualquier caso, es todo monísimo.
Otra cosa que hicimos el sábado después de ir al evento de Vinokilo fue descansar mucho porque por la noche nos íbamos de fiesta por primera vez desde que estamos en Bruselas. Este fin de semana era el Listen Festival, un festival de música electrónica en el que en varios clubs y sitios de la ciudad traían a gente bastante guay. Estaba todo bastante agotado, pero encontramos entradas para ir a C12, un club en la zona de Bruxelles Midi y la verdad que bastante guapo. Fuimos muy pronto (poco después de que abrieran las puertas) y aguantamos unas 3h. No estamos acostumbrados, pero nos lo pasamos genial. Vimos a Catalina, Shlagga y no llegamos a Objekt, pero fue refrescante volver a salir de noche y volver a escuchar techno en directo. Para la próxima pillamos tapones. Ya estamos planeando cuando ir a Fuse.
Y este fin de semana, y muy de rebote, volvimos a desempolvar Disco Elysium. Después de dejarlo hace meses tras caerme del sofá de la risa, empezamos una nueva partida y lo estamos roleando más serios. Qué decir que en unos días le hemos hecho unas 12h. De momento solo llevamos 1 día, estamos en los primeros compases pero la atmósfera es espectacular, la historia es asfixiante, tétrica, esotérica y deprimente. Una revolución que no funciona, una amnesia que nos deja al borde del abismo y unos personajes bastante anárquicos. Mucho más de lo que me esperaba. Seguiremos roleando.
Y bueno, se vienen cositas: es posible que Javi y yo saquemos un podcast un día de estos, si dejamos de embarrar, y me ha llegado el último carrete revelado de Mori Film Lab y estoy llorando porque los sellos de luz de la Fujica están pasados y tendré que arreglarlos. Mañana firmo la constitución de Dunkelheit & Draper BV y lo comentaré por aquí. En cualquier caso, hemos sacado una newsletter de la que hablamos en nuestro Instagram.
Lo hemos explicado muchas veces ya. Primero a familia, luego a amigos y ya hemos acabado explicándoselo hasta a las cajeras de Mercadona o al electricista: nos mudamos a Bruselas, a finales de enero, con nuestros gatos y algunos muebles. No tenemos piso, nos quedamos en casa de mi prima y no vamos a echar de menos las fallas. En fin, que vengo hoy a contar la movida.
Noviembre estaba siendo un mes movido, mucho. A principio de mes nos escapamos a Paris durante 10 días para unas merecidas vacaciones que aun no habíamos disfrutado. Al volver a Valencia, estuvimos un par de días en nuestra casa y volvimos a coger un avión para aterrizar en Bruselas porque Kalte tenía que atender diferentes temas de trabajo. Solo estábamos unos días en la capi y aunque estuvimos trabajando pudimos ver cómo podría ser vivir y trabajar a diario allí. Porque sí, sabíamos que podía pasar desde hace meses aunque veíamos la posibilidad bastante remota.
Lo cierto es que Kalte lleva meses esperando que le comuniquen si finalmente la movían de trabajar en remoto absolutamente a trabajar allí presencialmente en formato híbrido. Ha pasado pruebas, entrevistas y burocracia pero, finalmente, y después de un proceso larguísimo y cuando acabábamos de volver de Bruselas, le comunicaron que en Febrero tenía que empezar a ir a oficina (yaaaaay).
En el momento que supimos la fecha, nos pusimos manos a la obra: empresas de mudanza, calendario, fechas, qué nos llevamos, qué dejamos, qué vendemos, se lo decimos a la familia, se lo decimos a amigos, hablamos con mi prima que vive allí, hablamos con la veterinaria para llevarnos a los gatos, vemos el papeleo necesario, hablamos con asesores...
Por mi parte, yo puedo seguir trabajando sin problema (al final sigo siendo un trabajador en remoto para una empresa en USA) facturando y tributando en Bélgica. He de conseguir la residencia y darme de alta allí, pero obviamente he contactado con un asesor para que se ocupe de todo el papeleo.
En aquellos primeros días tras conocer la noticia, Kalte y yo nos sentamos a diseñar un plan para mudarnos a Bélgica sin que fuese una puta locura (o al menos una tortura enorme). Después de darle vueltas y entender que teníamos que hacer una mudanza internacional, encontrar apartamento personalmente, seguir viviendo aquí casi dos meses, pasar navidades y continuar trabajando todo este tiempo, decidimos llevar a cabo nuestro plan en tres fases:
La primera fase del plan es la más agotadora pero la más sencilla: adelgazar y empaquetar la mudanza. En primer lugar seleccionamos lo que necesitamos para vivir y trabajar desde el primer día. Las cosas que pensábamos renovar en poco tiempo (en nuestro caso sofá, cama y colchón) las quitamos de ese grupo. Luego seleccionamos cosas que queríamos mantener (libros de consulta, videoconsolas, tocadiscos...). De todo lo demás, había muchas cosas que no nos podíamos llevar pero queríamos mantener y otras que simplemente eran de nuestra familia. Todas estas las metimos en una furgoneta y las llevamos de vuelta a sus respectivas casas para quedarse allí o esperar a que nos las pudieran enviar. El resto de cosas que nos quedaban las hemos ido vendiendo o tirando.
Ahora mismo, esta parte del plan está al 90% diría yo. Muebles que nos quedan por vender/dar/tirar son simplemente unos tableros, las sillas de escritorio, la cama, el colchón, el sofá y una estantería. Bueno, no son tan pocas, pero lo único que pensamos vender son las sillas, el sofá y la estantería, el resto se van al vertedero. Hemos tirado ingentes cantidades de cosas (y aun queda) y los viajes en furgoneta fueron increíblemente agotadores, sobretodo el hecho de transportar muebles antiguos, pero esa fue la tarea más compleja.
En el otro lado de la balanza están todas esas cosas que nos queremos quedar y llevar a Bruselas. Aquí hay de todo: ropa, electrónica, standing desks, peladores de verdura... Hay muchas cosas que nos vamos a llevar, más de las que esperábamos, pero es que la mudanza nos va a costar lo mismo por unas cajas más. Ahora mismo llevamos 22 hechas y nos han presupuestado 30. Estamos cerca, nos queda una caja de cocina (porque tenemos que seguir cocinando y comiendo) y algo de ropa y aseo (de nuevo, lo mismo). En cualquier caso, esta fase está casi finiquitada.
Mañana empieza la fase 2 del plan: encontrar un hogar aka BRUSEALISTA. La semana que viene volamos a Bruselas para dedicar 10 días a encontrar una casa o apartamento en el que vivir. Por suerte podremos quedarnos en casa de mi prima que es super guay y nos está ayudando una barbaridad a cambio de hacer de chóferes cuando estemos instalados allí y tengamos el coche en el país ya. Pero volvamos al plan.
Esta semana estaremos llamando y concertando visitas para la semana que viene (de miércoles a viernes) para llegar y ponernos a visitar casas como locos. Asimismo la semana que viene concertaremos citas para la siguiente. Durante el último mes hemos estado quemando las webs de inmobiliarias de Bruselas en búsqueda de buenas oportunidades y tenemos una lista de unos 50 pisos para visitar que estamos priorizando (disponibilidad, localización, precio...). Con el nuevo año han salido buenos pisos así que no es de extrañar que encontremos casa en esos días.
Cuando tengamos la casa, hayamos firmado el contrato de alquiler y hayamos depositado la fianza y el primer mes, tendremos que hacer una serie de trámites para que la fase esté casi completada: primero tenemos que conseguir la residencia (que es simplemente registrar el empadronamiento en la comuna local) y luego tendremos que abrir una cuenta bancaria en un banco belga. En mi caso, además tengo que contactar con mi asesor para iniciar los trámites para establecerme en Bélgica como trabajador autónomo.
En este punto, la fase estará completada al 90%, pero faltan un par de cosas. En la primera fase comentamos que había algún mueble que necesitamos para vivir pero que no nos llevamos porque los íbamos a renovar. Pues bien, en Bruselas casi todos los pisos están sin amueblar, lo que significa que tendremos que renovarlos a la fuerza. Tendremos que correr a un IKEA a comprar una cama y un colchón con su correspondiente ropa de cama para poder empezar a dormir cuando volvamos, porque, como bien he comentado, solo estaremos 10 días.
Cuando hayan pasado los 10 días y la fase esté completada, lo que haremos será volver a España para que comience la última fase del plan: pirarnos aka LEAVE. El 23 de Enero la compañía de mudanzas se lleva todas nuestras cosas. En principio, es posible que el 25 todas nuestras cosas estén ya en la puerta de nuestra nueva casa. Eso quiere decir que nosotros tendremos que volar de nuevo de Valencia a Bruselas el 24/25 de enero para poder recibir la mudanza en nuestra nueva casa o, en el peor de los caso, dejar las cosas en un guardamuebles durante dos semanas. Dejaremos el coche en España, volaremos a Bruselas, recibiremos la mudanza y nos instalaremos.
Esta última fase es aun difusa, porque dependemos del factor casa de la fase anterior. Si no conseguimos casa se complicará la cosa porque el 31 de Enero como tarde entregamos las llaves de nuestra casa actual. En cualquier caso, nos podemos quedar en un AirBnb unos días más en Bélgica y nuestras cosas en un guardamuebles a la espera de conseguir un apartamento en Febrero. También nos podríamos quedar más tiempo con mi prima y nuestros michis o arreglar alguna otra cosa. Hay planes B y C. Pero el plan A tiene buena pinta.
Es increíble lo complejo que es hacer una mudanza así. No por el hecho de la mudanza en sí, sino porque hemos tenido que estar planeando como vivir durante dos meses, planificando qué empaquetábamos cuando o qué era necesario y qué era simplemente un adorno que no importaba empaquetar ya. Aun así, después de un mes haciendo cajas y tirando cosas, creo que lo hemos hecho muy bien: solo quedan unas pocas cosas y en las próximas semanas apenas vamos a estar tiempo en Bruselas.
Ahora tengo una sensación constante de falta de control sobre lo que queda por hacer, empaquetar, tirar o gestionar que no me deja dormir muy bien (ni siquiera en el maravilloso fin de semana de fin de año que hemos pasado en la campiña valenciano-turolense) pero para ello hemos tirado de listas to-do en Notion para tener constancia de cualquier cosa que se nos pueda escapar. Al final lo peor que puede pasar es que tengamos que tirar muebles que queríamos vender. Y ya ves tu que drama, si ya hemos empaquetado los peladores de verdura.
Como la ropa sucia que dejas que se amontone en una silla en una esquina de tu habitación, yo he dejado así un poco el blog este 2022. Pero reconocer los errores es de sabios (o algo así dicen) así que yo he venido a solventarlo con una última entrada sobre la bocina de 2022, ya prácticamente muerto y en descomposición.
Tenía una oportunidad perfecta para documentar todo el proceso y dejar constancia sobre el tema, pero en su lugar me he dedicado a bañarme en contemplación y movidas. En cualquier caso, el hecho es que en menos de un mes estaremos instalados en Bruselas. Con suerte.
Si el que lee esto me siguiese en Mastodon o Instagram, habrá leído que he estado hablando de vez en cuando de las incomodidades de mudarse o la cantidad de cosas que tenemos que vender para sacar un pico que tape alguno de los agujeros que nos está haciendo el proceso en si. Mudarse es difícil, hacerlo internacionalmente con navidades en medios está siendo un suplicio. Por suerte, vemos la luz a través del túnel (porque sino no sería un túnel, sería un pozo).
Hemos dedicado noviembre a hacer cajas y vender muebles y objetos que no tienen cabida en la que va a ser nuestra nueva vida en Bruselas. También ha pasado que llevamos tiempo queriendo cambiar algunas cosas y necesitamos renovarlas. En ese caso tampoco ha habido Merced y se ha ido todo a Wallapop o al portal a la espera de la recogida de muebles del 010.
Las primeras cajas que hicimos fueron las de nuestro estudio: libros, cámaras analógicas, algún cachivache que teníamos por encima de la mesa y demás artilugios que ya no usábamos pero nos negábamos a tirar. Después vinieron las cajas con electrónica, y empezamos a quedarnos sin comodidades sin importancia como videojuegos o alguna consola. Luego vino la ropa, con la que tuvimos que empezar a elegir qué queríamos dar, que queríamos mandar a Bélgica y qué considerábamos vital para seguir poniéndonos. Estábamos entrando en terreno pantanoso.
Llegaron las navidades y ya habíamos vendido, guardado en casas de parientes o tirado una enorme cantidad de muebles desnudando nuestra casa durante 4 años. En este punto tuvimos que cerrar una fecha con la empresa de mudanzas. Y la ansiedad se intensificó. A falta de 10 días para irnos a Bruselas a buscar una casa y menos de un mes para que llegue el día M de mudanza, estamos continuamente evaluando riesgos, costes, beneficios, afrontando miedos, incertidumbre, despedidas y refrescándonos con ilusiones, esperanza y posibilidades.
Podría haber documentado todo el proceso y haber hecho un seguimiento exhaustivo de cómo iba todo, pero decidí abrazar el presente de la ansiedad positiva, esa que viene de un cambio inminente pero positivo. Es una sensación extraña y prácticamente olvidada debido a la cantidad de ansiedad que en los últimos años han inundado mi vida. Saber diferenciar la normal y coherente de la creada y sostenida sobre falsas creencias es de las mejores cosas que me quedo de los últimos años.
LMAO lo que he escrito. Acabo de volver a esto a las 9 de la noche del 31 y todo siendo demasiado intenso pero es demasiado tarde para rectificar. En fin, que sea lo que 2023 quiera. A la mierda.
En octubre de 2017 comencé a trabajar en remoto. En un principio no teníamos oficina, y aquello de vernos a través del recién estrenado Microsoft Teams no parecía del todo serio. Hablábamos mucho de coworkings, oficinas o cómo convencer a dirección de ponernos un piso en el centro. Quedábamos de vez en cuando, nos tomábamos alguna cerveza, nos quejábamos... pero en seguida vimos que aquello eran todo ventajas.
Desde no tener que levantarte a las 7 menos algo hasta poder llevar a los niños al colegio como hacía un compañero, trabajar en remoto nos ofreció infinidad de posibilidades para tener más tiempo libre, conciliar más y, porqué no, aprender a hacer pan mientras trabajas. Me acostumbré en seguida y perfeccioné el manejo de la harina de fuerza.
Cuando llevaba ya unos meses en esa dinámica, empecé a estar cansado de estar en casa. Mi pareja llegaba tarde y, al contrario que a mi que me apetecía salir a la calle, desconectar, pasear, ver gente y entender que la vida seguía, ella prefería quedarse en casa tranquila después de un día de mierda viendo alguna serie o jugando al Tomb Raider. No era de extrañar, yo unos meses antes estaba en el mismo punto.
La falta de una sensación real de desconexión se apoderó de mi. La oficina era mi casa y mi casa era la oficina. Durante unos meses sufrimos un estrés bastante alto: jornadas largas, presión, desarrollos a medio terminar, integraciones con canales oficiales del estado... recuerdo parar en ciertos momentos para hacer pan y realmente no pensar en nada. Ni reuniones, ni code reviews ni programar... simplemente amasar y no pensar. Necesitaba salir.
Me apunté al gym, empecé a bajar a la calle a mediodía, me iba a trabajar a una cafetería, daba paseos por la mañana... intentaba hacer todo lo que fuera posible por salir de casa y mantener la dinámica laboral a la vez. Además se acercaba verano y las vacaciones nos ponían en un aprieto. Pasado lo peor, pude descansar y sentir un poco esa desconexión que la masa de pan no lograba darme.
Tras las vacaciones de verano volví mejor. La desconexión (esta vez de verdad) me hizo más resiliente a quedarme 12h en casa al día. El gym y demás eran la metadona que me mantenían encerrado todos los días negándome la necesidad de una oficina, de pedir algo más de vacaciones, o unos días libres. Todo parecía mantenerse con pinzas hasta que, simplemente, peté.
Puede que fuese una acumulación de varios factores. Teníamos un estrés terrible, tuve problemas con mi familia, problemas con personas cercanas y por aquella época por desgracia también falleció un conocido. Comencé a no dormir bien. Si a estar en casa más de 8 horas le sumas estar hecho una mierda por no haber descansado ni tres horas, aquello era una tortura. Al poco tiempo empecé a tener ataques de pánico por las noches. Dejaba de trabajar y mi organismo explotaba como si no hubiese salida posible. Me imaginaba todo tipo de escenarios que acaban con mi inevitable, rápida y repentina muerte.
Recuerdo que llegó el punto en el que solo podía dormirme cuando, literalmente, me daba igual estar sufriendo un ataque al corazón con tal de descansar de una vez.
Acudí al médico y me recetó antidepresivos y un tranquilizante. Empecé a tomarlos regularmente y dejé de sentir nada. Simultáneamente me fui a trabajar a la oficina de mi pareja: me hicieron un hueco en su oficina y pude salir de casa. Aquello me liberó un poco. Conocer gente, intercambiar un "hola" y un café después de comer fue un soplo de aire fresco. Comencé a ir a terapia, me apunté a tenis y encontré un coworking.
Meses después dejé de tomar medicación. Comencé el duro, arduo y no siempre bonito camino del autodescubrimiento. Entendí que hay muchos factores que pueden provocar ansiedad y que no puedes controlarlos, solo identificarlos y saber que están ahí, acechándote. No puedes controlar la ansiedad, pero puedes aprender a detectarla y saber que es ansiedad. Hablé con un amigo de la diferencia entre el estrés real y la ansiedad. Connoisseur de la ansiedad.
Llegó un momento en el que estar en casa trabajando en remoto durante ocho horas solo era insostenible. La ansiedad que me provocaba estar solo allí pensando que me podía estar dando un ataque al corazón me impedía vivir con sosiego y tranquilidad, vivir en términos generales. El pensamiento cíclico que genera me impedía ver todas las cuestiones subyacentes que lo provocaban.
Trabajar en remoto, solo, durante meses, sin casi tener contacto con nadie, me provocó una cascada de crisis de ansiedad que cambiaron muchos aspectos de mi vida y muchos aspectos de mi. Puede que sin esa cascada ahora mismo no estaría aquí hablando abiertamente de ello. A día de hoy sigo yendo a terapia, sigo teniendo ansiedad, sigo con ese trabajo personal que empecé hace ya más de tres años al llamar a la que aun hoy es mi terapeuta, pero la diferencia es que puedo trabajar en remoto, solo y puedo dormir por las noches. Tengo mecanismos para tener una calidad de vida mejor. Sin todo este trabajo, no sé que habría sido de mi durante la cuarentena sin este proceso.
Trabajar en remoto casi me mata pero, en cierto modo, me salvó la vida.