Hace un par de meses, en pleno mes de Julio, decidí desempolvar mi iPod Nano y traérmelo a Bruselas. Durante los primeros días estuve usándolo y llenándolo de algo de música y ahora ya no uso otra cosa. Así es como volví a probar la experiencia iPod que me había acompañado desde instituto hasta casi terminar la carrera.
Entonces, contaba con un iPod classic de 80GB que dejó de funcionar y sustituí por un iPod nano de 4a generación comprado de segunda mano. En aquella época, descubrir música era mucho más rudimentario, debías buscar por amigos, revistas de música, blogs, listas de lo mejor del año o festivales… era otra cosa. Desde que tuve un móvil y Spotify Premium no había vuelto a descargar música o Rippear cds para llevar en un reproductor mp3, hasta hace unas semanas.
La experiencia del iPod nano me gustó, pero su batería me complicó mucho la existencia cuando no estaba en casa. Por ello decidí que había llegado el momento de comprar un iPod classic de nuevo. Estoy harto de los servicios de suscripción, estar en el Fediverso me ha hecho replantearme como consumo cultura pero quiero seguir haciéndolo legal. Así que tras varias semanas oteando eBay encontré un buen precio por un buen iPod classic 5.5 y lo compré. También, para hacerme la vida más fácil, me envíe todos mis antiguos CDs desde España (y compré alguno más por eBay) y una unidad óptica externa para mi Mac para rippearlos. Así, he dejado a un lado mi iPhone y mi suscripción de Spotify y he vuelto a 2008.
No me arrepiento. He descubierto que los álbumes están para escucharlos y que llevaba mucho tiempo encerrado en las típicas playlists que usaba casi cada día. He redescubierto lo divertido que es ir a comprar cds de segunda mano y con ello la ilusión de traerlos a casa y querer escucharlos cuanto antes. De momento también me sirve de excusa para rippear la inventa cantidad de vinilos que tengo sin tocar desde hace casi dos años y cuya colección no ha dejado de crecer (esperando estoy un envío de vinilos de TheXX y Jamie XX).
En general, estaba harto de Spotify, por sus políticas de precios, su pago a artistas o su uso de IA para generar podcasts. Y lo que he ganado es independencia cultural (pase lo que pase los CDs son míos) y además satisfacción por estar consumiendo cultura de manera legal. Además de lo satisfactorio que es escuchar un CD que acabas de comprar.